26 abril 2010

1961 OLDENBURG Y LOS HAPPENINGS *

POR YVE-ALAIN BOIS
* artículo publicado en: (2006) Arte desde 1900. Ediciones Akal, Madrid.
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En diciembre, Claes Oldenburg abre The Store en el East Village de Nueva York, un «entorno» que remedaba el escenario de tiendas baratas de los alrededores y en el que todos los artísculos estaban a la venta: en lo que quedaba del invierno y a lo largo de la primavera, el Ray Guy Theater de Oldenburg celebró diez happenings en The Store.
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El ensayo de Allan Koprow (1927-) titulado «The Legacy of Jackson Pollock» (El legado de Jackson Pollock) se publicó en Artnews en Octubre de 1958, sólo dos años después de la trágica muerte del pintor. El giro academicista del Expresionismo Abstracto por fin era admitido por el director de la publicación, que durante una década había sido el principal promotor del «toque de la calle 10», por emplear la despectiva expresión utilizada por Clement Greenberg para juzgar a la «segunda generación» de expresionistas abstractos. En enero de ese mismo año, la Target with Four Faces (Diana con cuatro caras) de Jasper Johns había aparecido en la portada de Artnews como anticipo de la primera exposición individual del pintor, que obtuvo un éxito espectacular. Un año después, las pinturas negras de Frank Stella fascinaron al mundo del arte neoyorquino. Pronto vendrían el Pop Art y el Minimalismo: la inevitable muerte del Expresionismo Abstracto que se mostraba exhausto estaba ya avanzada. Sin embargo, el texto de Kaprow fue el primero en plantear abiertamente la cuestión del legado, o más bien del de su gran protagonista. Quizá por su formación como historiador del arte (Kaprow había estudiado con Meyer Shapiro en la Universidad de Columbia, donde escribió su tesis doctoral sobre Mondrian) y su labor como docente en la misma disciplina (en Rutgers), le pareció que no bastaba, o que resultaba demasiado fácil, con repudiarlo, sino que más bien había que subrogarlo.
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La utopía de Kaprow
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Kaprow empieza su artículo señalando que los innovadores de Pollock «ya formaba parte de los manuales académicos»: «El acto de pintar, el nuevo espacio, le importa personal que forja su propia forma y su propio significado, la maraña infinita, la gran escala, los nuevos materiales, se han convertido en lugares comunes de los departamentos universitarios de arte». Pero dar algo por supuesto y limitarse a reproducirlo no implica comprenderlo, y la empresa de Pollock va más allá de esos tópicos. De hecho, «algunas de implicaciones de estos nuevos valores no son tan pasajeras como tendemos a creer», añade Kaprow, antes de pasar a comentar cada uno de los rasgos que acaba de mencionar para demostrar que, aunque Pollock «realizó algunos cuadros extraordinarios […] también destruyó la pintura». La inmediatez del acto de pintar, la pérdida del yo y de la identidad en lo potencialmente infinito, la expansión del espacio pictórico, la nueva escala que socava la autonomía del lienzo como objeto artístico y los transforma en un entorno… todos estos elementos, y mucho más, convirtieron la obra de Pollock en un arte que «tiende a desbordar sus límites y a invadir nuestro mundo». «¿Qué hacer a partir de aquí?», pregunta Kaprow. «Hay dos alternativas. Una es continuar por este camino. Probablemente puedan crearse muchos “semicuadros” variando los principios estéticos de Pollock sin alejarse de su obra o llevarla más allá. La otra es abandonar el oficio de la pintura; me refiero al formato plano rectangular u oval, tal como lo conocemos. Ya se ha dicho que el propio Pollock estuvo a punto de tomar esta opción». Por una parte, están los intentos de domesticación de la obra de Pollock (y parece claro que el objetivo al que apunta a Kaprow es la escuela artística presentada por Greenberg como legítima heredera de Pollock: Helen Frankenthaler, Morris Louis, etc.); por otra, la disolución de la pintura como la conocemos, y más concretamente «su disolución en el entorno», para hablar con el Mondrian que surge a partir a mediados de los años veinte.
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Allan Kaprow - Yard (1961)
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Kaprow era conciente de que su llamamiento tenía un precedente en la utopía de Mondrian, pero en lugar de apoyarse en ella (lo cual le hubiera forzado a considerar la distancia que separa el contexto de la vanguardia histórica y el neovanguardia de posguerra, atemperado quizá su optimismo), concluyó su ensayo con un proyecto para el futuro inmediato, que vale la pena citar su integridad:
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"Pollock […] nos dejó en un momento en el que deberíamos preocuparnos o menos aún, maravillarnos, del espacio y los objetos de nuestra vida, de nuestros cuerpos, nuestras ropas, nuestras habitaciones o inconcluso la calle 42 en toda su amplitud. Insatisfechos con la mera sugestión pictórica del resto de nuestros sentidos, deberíamos utilizar las sustancias concretas de la visión, el sonido, los movimientos, la gente, los olores, el tacto. Cualquier clase de objeto constituye un material para el nuevo arte: la pintura, las sillas, unos calcetines viejos, un perro, las películas y otro millón de cosas que los artistas de la presente generación descubrirán. Estos audaces creadores no sólo nos mostrarán, como si fuera la primera vez, el mundo en el que siempre hemos vivido pero que ignoramos, sino que revelarán acontecimientos y fenómenos (happenings) completamente nuevos, hallados en latas de basura, ficheros policiales, vestíbulos de hotel, observados en escaparates de almacenes y en las calles, intuidos en sueños y en terribles accidentes. El olor de unas fresas aplastadas, la carta de un amigo, el cartel que anuncia Drano, tres golpes en la puerta,’un rasguño, un suspiro, una voz leyendo sin cesar, un destello rítmico y enceguecedor, un sombrero hongo… éstos serán los materiales del nuevo concreto." […] PDF Completo
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